Expliqué en otro artículo la historia del roast-beef de los Huddlestone, destacando que era el más tradicionalista y “british” que se puede comer hoy en Barcelona.
Es interesante saber que dada la particularidad de que el roast-beef no debe quedar crudo (entonces no es un roast-beef), una vez hecho se conserva muy bien en la nevera, y esto siempre lleva a que cuando se hacen los cálculos de cantidades para cocinarlo, éstos siempre vayan bien largos para que quede algo “para después”.
Porque si hay algo mejor que comer un roast-beef bien hecho, es la segunda vuelta que se le puede dar para comerlo de nuevo; y os quiero explicar cómo me gusta dar esta nueva vuelta.
Obviamente podemos tomar de nuevo el roast-beef al modo tradicional, cortado fino y en plato, con su salsa y algún acompañamiento, pero en la segunda vuelta, como realmente se le saca todo su potencial, es en sándwich. Pero no un simple sándwich, sino un sándwich de roast-beef rotundo, un sándwich de esos que dejan impronta.
Un sándwich de roast-beef permite múltiples variantes, aunque lo único que recomiendo es que se ponga mucho y cortado muy fino. Podemos poner de todo: queso, tomate, lechuga, cebolla, mantequilla, nueces, pepinillos, todo tipo de salsas (mostaza, kétchup, mayonesa, Perrins, etc.), hacerlo picante, sin picar, frío o caliente, con pan de molde, pan de barra, o el pan que más nos guste, grande o pequeño. Habitualmente uso un buen pan de molde tostado, y entonces voy alternando capas de lechuga, roast-beef, mostaza, salsa del roast-beef (si hemos sido previsores algo quedará), y así sucesivamente. Si está cortado muy fino, podemos llegar hasta las 7 u 8 capas sin ningún problema. Y me lo como frío.
¡Que lo disfrutéis!