Alejandro Sanz volvió nuevamente a conquistar el Palau Sant Jordi de Barcelona, el pasado viernes 8 de Julio con la presentación de su sirope tour, versión 2.0 (revisión del espectáculo que nuestra ciudad ya había tenido opción de contemplar en Septiembre del pasado año). Los 14.000 asistentes que se desplazaron hasta la montaña mágica de Montjuïc disfrutaron de una buena selección refrescante de los mejores éxitos, de ayer y de hoy, del artista madrileño.
Sentimiento, romanticismo y pasión todo ello amenizado de recuerdos, discursos, cercanía y algo de sirope (tan solo cuatro piezas del disco que lleva el nombre de la gira). Sanz, estuvo acompañado en todo momento de nueve músicos de su confianza que le arroparon de manera soberbia en cada una de las mágicas notas, que salían proyectadas del escenario hacia las almas más entusiastas que aun sueñan con ser princesas, con el objetivo de endulzarnos con un variado repertorio una noche veraniega que se vislumbraba fantástica.
Barcelona acogía, en menos de un año, por tercera vez el sirope tour y para dicha ocasión cantante y músicos estuvieron custodiados por una larga pantalla horizontal de gran definición donde se mostraban sucesivamente imágenes para dar más énfasis y relieve a sus perennes letras. Un escenario rematado con un precioso y novedoso juego de paneles de luces móviles, de lo más visual. Éste, acabó de ayudar a recrear una atmosfera original e intensa para caer rendidos al eficaz show que teníamos ante nosotros y terminar de meternos de lleno en el dulce ambiente del maestro Sanz.
Una sonorización no del todo limpia, donde la instrumentación se comió por momentos la voz de Alejandro no impidió que el público se entregara en cuerpo y alma a la garra y sentimentalismo del artista. Con su sutil y sagaz tacto exquisito tanto a la hora de componer cada una de sus canciones, como a la hora de darles vida encima del escenario. Desplegó en poco menos de dos horas, toda una batería de historias envueltas de elegancia, clase y emoción. A lo largo de la noche, Sanz, dio muestra de la clase y el temple en sus caramelizadas baladas, en sus suaves medio tempos, como en aquellas melodías con un sabor algo más desenfadado, más funk o con ritmos más latinos. Y así como quien no quiere la cosa, el Sant Jordi fue tiñéndose de música: “El silencio de los cuervos”, “Desde cuándo”, “Quisiera ser”, “No me compares”, “La música no se toca”, “Camino de rosas”, “No madura el coco” o “Labana”.
Los asistentes rendidos al artista (siempre muy atento y cariñoso con el público catalán) no cesaron de jalear cada gesto, cada canción y cada comentario del artista mientras iba regalando piezas hoy ya famosas dentro de la cultura pop española de la magnitud del célebre, “Corazón partío”, o la pegadiza “No es lo mismo”. Pequeñas historias que nos las hemos ido haciendo nuestras con la misma naturalidad y destreza característica como él nos presenta disco tras disco, gira tras gira. Su destreza poética con la que logra estremecernos y golpearnos con firmeza en lo más profundo del corazón con cada una de sus melodías.
El clímax de la noche vino de la mano de un arrollador y nostálgico medley, donde su enérgica y genuina voz reconocible por todo el mundo entonó los primeros compases de “Amiga mía”, “Mi soledad y yo”, “¿Si fuera ella?”. Momento donde Alejandro quedaba solapado entre las 14.000 gargantas que alzaban la voz dando color a una velada mágica, al son que los teléfonos móviles iluminaban la platea dando brillo al Palau.
La presencia de artistas invitados a la gran fiesta, como la mejicana Paty Cantú, para cantar a dúo “Un zombie a la intemperie” el primer single del que es hasta la fecha su último disco “Sirope” o contar con la frescura de un coro de jóvenes africanos para dar vida a la rítmica “Looking of Paradise”, no hacía más que exteriorizar y dejar constancia que estábamos en un sarao “Made in Sanz”.
El lado más intimista llegó al final de la velada cuando se quedó a solas, a oscuras, roto solo por un tímido rayo de luz procedente de uno de los focos que le enfocaba con firmeza y sin pestañear para mostrarnos la delicadeza de la que posiblemente sea su canción más redonda, “¿Lo ves?”, seguida a pleno pulmón por sus fervientes fans, donde procesaban su amor al artista como si de una tarde de Abril se tratará, igual que una mañana sin fin. Para dar paso a la madura “A que no me dejas”.
Se acercaba el momento, “Capitán Tapón”, canción dedicada a su hijo pequeño y presagio de los últimos compases del espectáculo, que vendría de la forma más nostálgica en forma de reversión electrónica de “Viviendo deprisa” y “Pisando fuerte”, punto final a una noche para el recuerdo donde se intuía ya una mezcla de pasión e ingenuidad, difícil controlar por el asistente a este nuevo éxito arrollador del artista.
Un concierto con alma, donde exhibió su profesionalidad en cada una de sus canciones, donde “en un universo de pequeñas cosas” desnudó a media luz nuestra intimidad. Cautivando a todo aquel que se acercará al Palau Sant Jordi. Y ahora, como dice el maestro… “somos dos extraños más que van quedándose detrás” pero… con el recuerdo de haber presenciado una gran noche de arte y música.
Os dejó con, “Deja que te bese”, el nuevo hit mundial de Alejandro Sanz con el cantante estadounidense de origen puertorriqueño Marc Anthony, que seguro arrasará este verano 2016. Disfrutadlo.
Alejandro, todo un icono de la música española, un gran profesional. Gran texto, nos trasladas con tus palabras al Palau.