Cruyff, maestro, genio y leyenda. El pasado jueves dijimos adiós a todo un mito del fútbol del deporte global. De Ámsterdam a Barcelona, la triste noticia corrió como la pólvora por los rincones más recónditos del planeta, conmocionando y golpeando el corazón de millones de almas y no todas ellas venían precisamente o necesariamente de los seguidores más acérrimos del balompié; políticos, artistas, gente como tú, como yo que han sentido enormemente tu gran pérdida, estremeciéndose nuestros cuerpos al saber de tu ausencia. Tu carisma, tu simpatía, tu genuina labia había calado fondo, había traspasado fronteras, sexos, nacionalidades y creencias.
… Y es que el mundo del deporte rey se toma una breve pausa, para coger fuerzas, para pillar aliento y así homenajear y llorar la muerte de Johan Cruyff. El hombre que llevó por bandera el número “14” por lo más alto de los estadios de medio mundo, el “9” que cambió por completo la visión, la técnica, el márqueting y el mecanismo del fútbol a lo más parecido que es hoy en día, modernizándolo a índoles hasta la fecha impensables; nos ha dejado. Quiero pesar que para embelesar y hacer aún más selecto, invencible y distinguido a la selección mundial que Dios está fundando en el más allá, y entiendo que para ello debía de hacerse con el mejor jugador europeo, no le iba bien cualquier otro de menor calidad, sino que el más grande.
Criado en Holanda y enamorado de Catalunya, Johan nos puso “la gallina de piel” con su dominio con el balón, con su elegancia a la hora de regatear, por sus habilidosos saltos para salvar las entradas de los jugadores más aguerridos y por su extraordinaria visión de juego para crear peligro. Nos puso “la gallina de piel” con cada título, con cada gol y con cada palabra que pronunciaba, ahí quedan para el recuerdo sus míticas frases demoledoras: “ Sal ahí fuera y disfruta”, “ Un palomo no hace verano”, “Jugar al fútbol es muy sencillo, pero jugar un fútbol sencillo es la cosa más difícil que hay” o “ Si yo hubiera querido que me entendieras me hubiera explicado mucho mejor”.
Líder de la “naranja mecánica” que deslumbró y pasó a la historia por su fútbol total, creador del “Dream Team” que encendió la chispa y magia al Fc Barcelona de los noventa. Y sobre todo padre, forjador e inventor del fútbol arte del club azulgrana que ha subido a los altares más alto del deporte, para proclamarlo en el equipo más grande de este siglo XXI. Su mejor título a pesar de ello, no fueron tus tres balones de oro, ni siquiera tus 10 ligas y tres copas de Europa, tu mejor título fue la de crear un estilo de juego ofensivo, total, reconocible, artístico, propio de los ángeles más que de un jugador formado en nuestro planeta tierra.
Deleitaste a los seguidores del Ajax de Ámsterdam, de la selección holandesa, a los socios del Fc Barcelona y a los miles de millones de aficionados que se enfundaban, semana tras semanas, camisetas de otros equipos porque cuando se habla de calidad el reconocimiento es valorado por todos, incluso por el rival más despiadado.
De pequeño al irme a dormir y mientras me iba quedando somnoliento escuchando de fondo el sonido de los coches y el griterío de la gente en la calle, me dejaba envolver por los sueños más seductores para un renacuajo que no llegaba a los 5 años de edad, ni tan siquiera al metro y medio de altura. El sonido de la calle se iba fundiendo mansamente al del sonido de la tribuna y gradería de fútbol con miles de fervientes hinchas que inundaban mis fantasías, esperando con ansías que empezara un apasionante partido de fútbol, mi partido de fútbol. Y es que desde muy chico siempre imaginé y fantaseé con saltar a los terrenos de juego y manejar el balón como lo hacen los Messi, Griezman, Iniesta, Neymar de nuestros tiempos, pero con la elegancia y virtuosismo que había visto en los reportajes en blanco y negro de Johan Cruyff, tanto con su zamarra naranja como la radiante zamarra azulgrana, de un jugador de un talento sin igual, sin duda el mejor jugador europeo de la historia.
Me veía calentando en el rectángulo de juego dando unos toques con la pierna derecha para luego, acto seguido pasarla ágilmente y con extrema suavidad al pie izquierdo sin dejarla caer al suelo para transformarme en un afamado malabarista, dar otros tantos toques con la cabeza deslizándola por la espalda. En fin, que el dominio era total y yo ya estaba preparado para asaltar mi partido.
El ambiente era espectacular, en el mejor de los escenarios, en ocasiones era en uno de los templos de Brasil en Maracaná, otras era en el Estadio Azteca de México y en incontables ocasiones en el Camp Nou de Barcelona. En ninguno de ellos cabía ni un alfiler, las banderas engalanando y cubriendo las gradas, cánticos salidos desde lo más adentro del corazón que retumban en modo acapella en mi oído para respaldar al equipo. Y todo ello bajo una intensa lluvia (la lluvia no puede faltar) lo hacía mucho más épico, más grandioso, y… ¿Por qué no?, mucho más poético. De noche, con la luna como gran espectadora de lujo, siendo desplazada tenuemente en esta ocasión por el reflejo de los potentes focos prendidos que alumbran el terreno de juego por completo, en busca de enfocar un buen espectáculo deportivo ( inconscientemente mientras duermo, sospecho que me iría palpando y acariciando la rodilla por algún arañazo o moretón de alguna de mis tantas caídas en el patio del colegio al querer recrear alguna de esas jugadas y driblings que todos tenemos en mente, para marcar el gol de la victoria ante los compañeros de colegio)
Ahí estoy yo, enfundado con mi elástica azulgrana, gozando de la ilusión del momento. Enfrente tengo a los mejores futbolistas del planeta, anonadado, alentado e ilusionado por estar jugando, lo que para mÍ sÍ es el “partido del siglo” lo que hace que no perciba la intensa lluvia.
La lluvia sigue implacable aunque eso a la gente no le importa demasiado. Los aficionados continúan jadeando sin cesar. Falta algo menos de cinco minutos para finalizar el partido. Y llega el momento cumbre (era mi sueño y como en todos mis sueños siempre pasa lo mejor, que para eso son suelos, ¿no?) marco el gol de la victoria, un zurdazo potente que entra por toda la escuadra. Las banderas al viento en las gradas empezaban a bailar, los aficionados no cesan de gritar, los amigos y compañeros se abrazan, y alzamos la copa!!!
La noche está llegando a su fin, la lluvia va mermando, hasta parece que quiere salir el sol tras el pitido final que es cuando de inmediato suena el despertador y el chiquillo debía de volver a pensar en un nuevo día escolar.
33 años después, mis sueños son bien diferentes, no hay fútbol, pero si miles de historias, magia e ilusiones en ellos, pero hoy me invade un vacío… Y es que hoy se nos fue “El Flaco”, hoy empieza otra página del fútbol con todo el legado que tú has dejado en los Xavi, Eusebio, Guardiola, Luis enrique…Y dejas tras de sí mucho más que las celebraciones y los chillidos desgarrados de los goles que hemos gritado a pleno pulmón, más allá de eso, para los simples seguidores y aficionados has generado conexiones más personales, historias de esas que no se ven, que seguramente desconoces, pero que se viven quizás de una manera más intensas que los 90 minutos que batallabas en un campo de futbol, esas que se crean , forjan y entablan entre extraños, entre desconocidos, entre familia, amigos, uniéndolos a límites insospechados mediante risas, alegrías, tristezas abrazos y besos. Una excusa como cualquier otra de sentarnos alrededor de una TV, para hablar, reír, hacer el loco, aunque luego el partido se quede en un segundo plano, pero permaneciendo en nuestra retina todas esas jugadas de auténtico mago que tú mismo creaste e hiciste escuela.
Mi primer recuerdo tuyo fue mucho antes de verte como entrenador, y hacer de mi club un equipo ganador. Mi primer recuerdo tuyo fue en reportajes en blanco y negro metiéndole un golazo al portero Reina del Atlético de Madrid, saltando de manera acrobática para fusilar la portería rival con maestría, clase, elegancia y estilo. Te echaremos de menos Flaco, el fútbol te echará en falta, pero mientras el balón ruede sobre un terreno de juego, sobre un parqué o sobre el pasillo de algún hogar siempre serás recordado. Mientras nosotros, como tú nos enseñaste saldremos ahí fuera a disfrutar de nuestro partido y si no podemos ganar, nos aseguraremos de no perder. Desde Rockin´Chic Lifestyle, desde nuestro más profundo corazón te damos las Gracias por todo Míster. DALE CAMPEÓN, DALE CAMPÉON, eternamente Johan.
Un grandísimo y merecido homenaje por tu parte.