Viviendo en Suspense: Regresión

Regresión o lo que es lo mismo, viviendo el suspense. Lo admito, soy un enamorado del género del suspense y aún más si cabe del miedo psicológico, en todas y cada una de sus variantes, libros, películas o series tv donde buscan imprimir nervio, ritmo, tensión y adrenalina en el cuerpo. Las películas de suspense tienen ese toque que te atrapan, te dejan sentado en la butaca anonadado, intranquilo sin ni siquiera poder acabarte las saladas palomitas que has comprado previamente a causa de la angustiosa atmósfera de incertidumbre, emoción que se genera en cada una de las trepidantes escenas e inesperados giros argumentales; a la espera con impaciencia de poder resolver el angustioso enigma. Una de las claves por la que sentimos especial afinidad por el género es por situarnos en la piel del protagonista, empatizar y sentirnos primera persona del complot, y de las numerosas situaciones llenas de peligro o misterio en las que nuestro héroe se ve envuelto al que le obligan a actuar y a espabilarse como nunca antes.

Yo me he sentido postrado en la silla de ruedas a lo James Stewart espiando a todo el vecindario en “La ventana indiscreta”, he sufrido en la piel de Brad Pitt dando caza al despiadado asesino de “Seven”, me he enfrentado entre rejas a Richard Gere bajo la piel de Edward Norton en “ Las dos caras de la verdad” he quedado horrorizado al descubrir el secreto del “Sexto sentido”, y así podría enumerar un sinfín de grandes clásicos del séptimo arte.

Seguramente me he equivocado de profesión, y tendría que haber ido a comprar en mi última visita por Londres, una gran pipa a la vieja usanza, un gorro a juego con la larga y elegante capa a cuadros al más estilo del Holmes clásico y adentrarme en los barrios más oscuros, negros y comprometidos de la ciudad en busca de peligros, aventuras, asesinos, clanes y sectas misteriosas sin dejar pistas ni huellas y evaporarme entre la neblina para resolver los casos más inquietantes. Pero ya ves, !los sueños, sueños son ¡ y me he quedado en el despacho de casa escribiendo otro tipo de suspense, de emociones y tensiones mediante el oculto mundo de las palabras.

REGRE AMENA

Que levante la mano quien nunca ha tenido o surgido ese gen detectivesco, de indagar de querer saber más sobre algo, tal vez sobre el fornido vecino que cada día sale de su casa a las seis de la mañana, del agobiante compañero de trabajo, del amigo parco y mal humorado, de la atractiva camarera de debajo del trabajo, del marido infiel o del panadero con cara mafioso y así disipar, satisfacer cada una de las dudas a las que no tenemos otra manera de llegar que la de disfrazarnos de Poirot, Holmes o Miss Marple.

Cuando nos ponemos a ver un filme o nos perdemos en las páginas de algún libro lo que deseamos es que nos sorprendan que nos avasallen con indicios, sospechas y con mucha información, y así hacer nuestras propias conjeturas. No queremos ritmos pausados, ansiamos tensión, un ritmo rápido, efectivo y con equilibrio con grandes dosis de acción, de sutileza, de trampas, secretos, mentiras, entresijos, de perdernos y de volvernos a encontrar antes de llegar al clímax final. Saber que tanto el guionista como el director están jugando en todo momento con nosotros, llevándonos de un extremo a otro con sus sorprendentes guiones y premisas (a pesar de saberlo, ¡que se va hacer!, somos así de ingenuos, de manipulables que nos dejamos llevar como niños) en el que debemos de reconstruir un complejo puzle para dar caza al asesino, al fantasma u otros variopintos seres.

Las aventuras, tiene su riesgos, y como tal, algunas pueden generar miedo. Y si hay algo que nos incita, estimula, aviva y motiva es sentir miedo y desasosiego, aunque de buenas a primeras si lo paramos a pensar nos pavoriza. El miedo cuando irrumpe es una sensación nada grata, es más es una emoción desagradable, y la peor si debo elegir entre una de ellas, es aquella que concebimos y dejamos que pulule libremente por nuestra cabeza sin ser real, da más temor creer, intuir, a no saber a lo que te enfrentas que ver la realidad. Dicen los entendidos, que el miedo va bien para frenar inconscientemente nuestros impulsos y no actuar osadamente y así apartarnos de los peligros, y tonterías que puedan pasarnos por la cabeza.

¿Y porque os hablo del suspense y del miedo? Pues bien sencillo, hace unos días se estrenó entre nosotros el nuevo film del prestigiosos director Alejandro Amenábar tras seis años sin regalarnos material nuevo y tras muchos más años alejado del género del suspense que le encumbró, dio fama y respeto mundial con “Tesis”, “Abre los ojos”, o “Los otros”. La expectación era enorme, de hecho hubo cines que subieron el precio de las entradas un euro más para aprovechar el tirón mediático y comercial del talentoso realizador, pero como siempre cuando las expectativas son tan altas el batacazo y la decepción van a la par. Yo no voy a entrar a amonestar, reprochar, corregir, si una escena está bien o mal, he podido leer y escuchar muchas críticas y pocas son constructivas, y es muy fácil escribir sabiendo que jamás van a tener la opción primero de ponerse tras las cámaras y segundo de ponerse a escribir un guion. ¡A saber que les saldría a ellos! Y es que cada uno haríamos de un mismo film una película diferente.

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El problema de Amenábar es que es tan grande que a la mínima que baja el listón parece que presenciamos algo sencillo o vulgar, y tampoco es eso. Cierto es que Alejandro lo tenía todo para adentrarnos a una América inquietante, la Minnesota de los años 90, y lo consigue, exprimiendo una atmosfera turbadora, pero carente de ritmo . Por tener tenía inclusive un título de lo más que atractivo, sugerente como el que más; solo nombrarlo ya uno siente esa inquietud de querer ser abordado por la trama, el cual hace referencia a aquella rama de la psicoterapia, que aplica la hipnosis para acercar a los pacientes a aquellas vivencias extrañamente olvidadas.

Además, se apoya sobre una serie de hechos verídicos, sobre casos satánicos, que acaecieron en los Estados Unidos la última década del siglo pasado, y donde busca jugar en todo momento, con los temores, creencias, recelos, desconfianzas, miedos, y la esencia del bien, del mal, bajo la figura del diablo. Toda una serie de ingredientes sin duda ya no para romper la taquilla, ¡que lo hará!, sino para ser recordado como un buen thriller.
Entonces ¿qué es lo que le falla? primero, toda la brillante filmografía que tiene ya en sus espaldas, y que se le exige mucho más que otros y segundo, la falta de un guion solvente, desgraciadamente “Regresión” no es redondo, es lineal y floja sin grandes sorpresas y sustos. La historia de Bruce Kenner, un tenaz y exigente detective interpretado por Ethan Hawke que se pone al mando del caso de la joven Ángela que acusa a su padre, de un terrible crimen navega a la hora de engancharnos en la butaca.

El joven director apuntala la historia bajo los dominios del miedo como detonante de la histeria colectiva y con ello alcanza uno de sus cometidos, la de mantener en todo momento al espectador la expectativa, en un estado de tensión, de lo que pueda ocurrirle a cada uno de los personajes, en especial sobre la figura de Ethan Hawke que es quien salva la parte interpretativa ante la falta de actitud de una desangelada Emma Watson.

 

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